La Página-La Sombra Negra, la historia detrás del mito-Diario digital de noticias de El Salvador

Posted on 2011/08/23

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Los tres financistas de lo que fue la Sombra Negra siguen pasando como ciudadanos respetables; los cerca de 12 miembros siguen vivos y la mayoría se fue del país. Nueve de los 11 detenidos en julio de 1994 están desaparecidos o asesinados víctimas de pandilleros que se vengaron a pesar de que eran inocentes

Escrito por Jaime Ulises Marinero.23 de Agosto. Tomado de La Página.


 

En julio de 1995 11 personas, incluyendo al ahora alcalde de San Miguel, Wilfredo Salgado, fueron capturados acusados de ser miembros de la organización clandestina de exterminio de delincuentes la “Sombra Negra”. Menos de un año después fueron liberados al no poderse demostrar su culpabilidad. Hasta la fecha solo dos de aquellas 11 personas están vivas, los demás fueron desaparecidos o asesinados, algunos con mucha saña.

DIARIO LA PÁGINA habló con tres ex miembros de la Sombra Negra, uno de ellos residente en Estados Unidos, otro en Canadá y uno más viviendo como un ciudadano más en San Salvador, quienes aseguran que los 11 detenidos en San Miguel eran inocentes, incluyendo al entonces subcomisionado César Baldemar Flores Murillo. Él y Salgado son los únicos de quienes se sabe que están vivos y residen en El Salvador.

De los verdaderos integrantes de la Sombra Negra ninguno fue capturado y la mayoría optó por irse del país. Los que eran miembros de la PNC desertaron con el tiempo o pidieron su baja para no generar sospechas.

“Nosotros estuvimos presos por un chambre originado por una suboficial, que declaró ante los tribunales haber escuchado, no que le constaba, pero el juez penal Efraín Colato valoró eso como prueba y nos tuvieron más de un año en el penal de Jucuapa”, cuenta el alcalde Salgado, al recordar que en su momento les atribuían 29 homicidios.

A Salgado le atribuían, según consta en el proceso penal, cinco delitos, entre ellos asociaciones ilícitas, conspiración, homicidios y tenencia ilegal de armas de guerra, aunque solo se le decomisó una legalmente inscrita.

La organización que nació sin nombre

Luego de la firma de los Acuerdos Paz, la colonia Milagro de la Paz, conocida como la “Curruncha”, se constituyó en la más peligrosa del país. Ahí, los pandilleros, entonces grupos incipientes, comenzaron a hacer de las suyas. Asaltaban, robaban, amenazaban, violaban, traficaban drogas y mataban a sus víctimas. Comenzaban a propagar las extorsiones.

A mediados de 1994 fue asesinado a balazos Carlos J. de 17 años. El joven caminaba por la calle Al Crematorio de la colonia Milagro de la Paz cuando fue interceptado por varios individuos que tras arrebatarle sus pertenencias lo acribillaron. Muchos conocían a Carlos y sabían que era un muchacho que no se metía con nadie y que se dedicaba a aprender el oficio de panadero.

El asesinato de Carlos indignó a muchos, más cuando la noche de su velatorio en una funeraria de la referida colonia, los homicidas que habían sido vistos llegaron a burlarse de los dolientes. Los parientes habían pedido seguridad por parte de la PNC, pero aduciendo que no tenían personal no llegaron.

Entre junio y septiembre de 1994 por lo menos diez muchachos fueron asesinados en la Milagro de la Paz. Todos sabían quiénes eran los autores, pero nadie actuaba ni se atrevían a denunciar ante la PNC, institución con menos de dos años de estar en San Miguel y que apenas comenzaba a ganarse la confianza de la población.

Entre agosto y septiembre de 1994, al final de la avenida El Pedregal una joven fue violada salvajemente y los violadores hasta se dieron el lujo de contar que ellos habían sido. Fueron identificados y la denuncia fue interpuesta ante el puesto de la PNC de la colonia Milagro de la Paz, pero nada ocurrió, los violadores siguieron haciendo de las suyas.

La joven víctima tenía un tío que durante el conflicto armado había prestado servicio militar. El ex soldado le contó a un taxista amigo sobre su caso y éste le prometió presentarle a un sargento de la PNC destacado en la delegación de San Miguel para que le ayudara a resolver la situación.

El ex soldado, que ahora reside en Texas, fue citado al centro de gobierno, donde el suboficial le preguntó que tanto valor tenía para tomar justicia por sus propias manos. Le dio una pistola Makarov y le contó que había un grupo de unos diez civiles dispuestos a “sanear” la “Curruncha” matando delincuentes.

El suboficial le prometió a Jorge M. que todo se iba a realizar de manera clandestina y que habían ex militares y ex miembros de los cuerpos de seguridad dispuestos a sumarse al “esfuerzo de saneamiento”, incluso miembros de la PNC que les darían protección cuando fuera necesario.

A Jorge le presentaron otros tres hombres que también habían sido dotados de pistolas Makarov. Entre los cuatro comenzaron a investigar la residencia de los violadores a quienes ubicaron cerca de una iglesia evangélica en la calle La Amargura. Una noche decidieron juntarse y avisar al sargento que ya tenían ubicado al delincuente a quien le atribuían al menos cinco violaciones de mujeres. El oficial les prestó un pick up gris doble cabina, polarizado, al cual le pusieron placas robadas de un vehículo de una “chatarrera” de Usulután.

Ese 5 de octubre, a eso de las 10:00 de la noche llegaron a la casa de Juan Mejía y a punta de pistola lo subieron a la cama del pick up. Antes de llegar al puente Urbina se cubrieron los rostros con gorros navarone, bajaron a Mejía y lo llevaron a una de las bases del puente donde lo vendaron y le amarraron las manos hacia atrás. Jorge M. le dio un puntapié en el estómago y una vez en el suelo le dispararon varias veces. Finalmente, uno de los cuatro le hizo un disparo en la parte occipital. El disparo destrozó el rostro de Juan.

Aleccionados por el sargento dejaron un papel en el que escribieron que eso mismo le iba a pasar a otros delincuentes. En el anónimo advertían a la PNC que si no querían que hubiera más ajusticiamientos que capturaran a los delincuentes en la colonia Milagro de la Paz y en todo San Miguel.

La muerte de Juan no fue la primera cometida por la organización clandestina, pero sí fue la primera en la que dejaron un anónimo. “Otros grupos ya habían matado a otros cuatro o cinco delincuentes a quienes también vendaron y amarraron las manos hacia atrás, además de darles el tiro de gracia”, dice Jorge.

Hasta antes de diciembre de 1994 habían cometido entre 12 y 15 ajusticiamientos. El más sonado fue el de un individuo identificado como “Wil cama larga” a quien se le atribuía la comisión de unos seis homicidios.

“Wil cama larga” se había ido huyendo cuando comenzaron a matar delincuentes, pero regresó y en menos de una semana fue ubicado. El anónimo dejado junto a esta víctima fue acompañado por dos rostros dibujados con máscaras negras.

La preocupación por la muerte de delincuentes fue tal que la sede de la ONUSAL en San Miguel pidió una reunión con la jefatura de la PNC en la ciudad. En dicha reunión, en la que también estuvo el entonces gobernador Mario Bettaglio, se aclaró que la PNC como institución no tenía relación con el proceder del grupo clandestino y además hubo el compromiso de investigar a profundidad los hechos.

A la ONUSAL había un detalle que le preocupaba. Todas las víctimas habían sido raptadas en la colonia Milagro de la Paz y sus cadáveres encontrados en la periferia con el respectivo tiro de gracia. En todos los casos los homicidas actuaban en grupos no mayores de cuatro personas y hasta entonces se habían ubicado a tres; es decir que podrían ser unos 12 miembros.

De grupo de exterminio a Sombra Negra

Las muertes siguieron ocurriendo y en todo El Salvador se hablaba de que en San Miguel alguien estaba matando delincuentes.

Fue hasta que surgió un reportaje periodístico a principios de 1995 cuando se manejó por primera vez el término “Sombra Negra”. El periodista, que ahora labora en DIARIO LA PÁGINA, recuerda que el entonces subcomisionado Óscar Chávez le dijo que el grupo clandestino no tenía nombre y que popularmente se conocía como “Comando Maximiliano Hernández Martínez”, “Grupo de exterminio la Mano Blanca”, “Grupo Gerardo Barrios” y hasta “Grupo Mancha Brava”, pero que a él le parecía más una “Sombra Negra” por los rostros que dibujaban en los anónimos y porque “al parecer” los ejecutores vestían ropas oscuras.

En el reportaje se manejó el término “Sombra Negra” y la embajada estadounidense, la Fiscalía General de la República, los tribunales, la PNC, la ONUSAL y los mismos medios retomaron la nominación. Desde entonces pasó a llamar “Grupo de Exterminio de Delincuentes la Sombra Negra”.

Luego, cuando la Fiscalía abrió el expediente para sobreaveriguar los homicidios, inició la investigación contra la “Sombra Negra”.

A los miembros de la agrupación les gustó y hasta comenzaron a escribir en los anónimos el nombre de la Sombra Negra. “Nos pareció un buen nombre y en los anónimos junto a los cadáveres comenzamos a dejarlo escrito”, dice un ex miembro del grupo, que ahora vive en Canadá, donde habla a condición del anonimato. Este ciudadano también desvincula a Wil Salgado, a Flores Murillo y al resto de detenidos, aunque coincide que dos de los 11 arrestados y procesados sí tenían relación con ellos, o por lo menos conocían sobre sus “andanzas”.

La estructura

Un ex agente de un cuerpo de seguridad de la primera promoción de suboficiales graduados de la Academia Nacional de Seguridad Pública (ANSP) era el líder visible de la estructura.

A él, un grupo de tres empresarios, uno de ellos residente en la capital y otros dos residentes en San Miguel, pero con fuertes inversiones en San Salvador, lo contactaron para que formara una estructura que acabara con la delincuencia en San Miguel, comenzando por la colonia El Milagro de la Paz, desde donde se movilizaban la mayoría hacia toda la ciudad.

Al suboficial le proporcionaron armas similares a las usadas por la PNC. Makarov 3.80 y 9 milímetros de origen ruso, que supuestamente habían sido compradas en Nicaragua. Asimismo, pusieron a su disposición cuatro pick ups con placas falsas y cierta cantidad de dinero para proporcionárselas a los integrantes del grupo a cambio del anonimato y la secretividad.

Los miembros del grupo clandestino no tenían sueldo, pero recibían estipendios mensuales de hasta 5 mil colones. Elaboraron un código de honor que se iba a pagar con la muerte si se rompía. Básicamente el código tenía como premisa fundamental no delatarse ni delatar.

Comenzaron a operar entre agosto y septiembre de 1994 y se disolvieron un año después. Mientras 11 sospechosos estaban presos y hasta habían sido condenados, siguieron actuando. Nunca actuaron fuera de San Miguel.

Por eso cuando en febrero de 2005 David Mendoza fue asesinado en la zona rural de Izalco y el crimen atribuido a través de un anónimo a la Sombra Negra, a los mismos miembros de la organización les causó extrañeza.

“Ese crimen hizo que comenzara una oleada de homicidios que nos atribuían a nosotros”, dice un ex guardia nacional y ex miembro del grupo de exterminio, que ahora reside en San Salvador sin que nadie sepa de su pasado. Con DIARIO LA PÁGINA habló a cambio del anonimato y asegurando que nunca más volvería a actuar de esa manera, porque ahora es cristiano evangélico.

Según un informe preliminar de ONUSAL, entregado en su momento a la Fiscalía hubo más de 60 homicidios en todo el país que fueron atribuidos a la “Sombra Negra” desde septiembre de 1994 a septiembre de 1995, de los cuales la mitad ocurrió en San Miguel y el resto en ciudades como Apopa, San Martín, Soyapango, Sonsonate, Santa Ana, Izalco, San Salvador, Mejicanos, Usulután y otras.

No obstante, los 11 sospechosos solo fueron procesados por 29 homicidios y en 17 de ellos se tenía la coincidencia del mismo método calcado de realizar las ejecuciones: es decir, dedos pulgares amarrados hacia atrás, rostros vendados y un tiro de gracia con pistola Makarov en la parte occipital.

“Cualquiera mataba en cualquier sitio a un delincuente y firmaba como Sombra Negra, eso no nos parecía, pero acrecentaba el mito”, recuerda el ex miembro del grupo.

“Se dijeron tantas cosas, por ejemplo que nosotros amenazábamos a los pandilleros de otros lugares y ellos hasta se armaban para recibirnos. Nosotros nunca matamos a nadie que no cometiera delitos en San Miguel”, dice el ex miembro de la Sombra Negra que ahora reside en Canadá.

Un agente investigador de la época, hoy oficial, asegura que las indagaciones internas de la PNC siempre sospechaban que dentro de la institución habían involucrados, pero nunca se logró individualizar a nadie. Dentro de la institución nunca se visualizó la posibilidad de que estuviera el jefe de la delegación Flores Murillo, pero tampoco se recibió una línea para involucrarlo, recuerda.

Una copia escrita a mano e ilegible en su totalidad, indica que la PNC tenía cuadriculada una estructura diferente a la real. Según dicho informe, el financiamiento corría a cargo de comerciantes migueleños, incluso algunos miembros de gremiales locales. Señalaba que los miembros eran ex soldados, ex policías y ex guardias. De los cerca de 12 miembros, al menos seis nunca habían estado de alta.

El informe, que en su momento fue “ultrasecreto”, señalaba que habían oficiales medios apoyando, cuando en realidad el de más alta jerarquía era un sargento que posteriormente pidió la baja y se fue del país.

Al sargento lo apoyaban dos agentes, uno de los cuales había sido miembro de la desaparecida guerrilla y el otro un civil. Ninguno de los dos sigue en la institución y de ellos se desconoce si viven fuera o dentro de país.

A Flores Murillo lo procesaron al haber sido involucrado por una sargento responsable del puesto de la PNC de la Milagro de la Paz.

La sargento Mabel Q. que luego pidió la baja y solicitó asilo en Canadá, donde vive actualmente, señaló que oficiales mandaban a retirar retenes y a no patrullar en los sitios donde iban a ser privados de su libertad los delincuentes. La no presencia policial también era ordenada en los sitios donde se cometían las ejecuciones.

La oficial declaró ante la Fiscalía y ante organismos internacionales que había escuchado que Wil Salgado era uno de los financistas, pero nunca supo declarar quien era su informante. No obstante lo declarado por la oficial, que en todo caso no tenía que obedecer ese tipo de órdenes, si es que efectivamente se daban, fue suficiente para que la Fiscalía procediera a la detención de Salgado, Flores Murillo y otras nueve personas, dos de las cuales sí habían participado, pero no como ejecutores, sino como informantes de los miembros de la Sombra Negra.

Tras cerca de un año presos los procesados fueron liberados cuando una Cámara de lo Penal no encontró elementos que probaran la participación de los detenidos.

Los 11 detenidos fueron expuestos al escrutinio público y sus rostros divulgados por los medios. Uno a uno fueron siendo asesinados por los delincuentes que los reconocieron. Solo sobreviven dos y se cree que los demás están muertos o desaparecidos.

Mientras estuvieron presos hubo más muertes ejecutadas por los verdaderos miembros de la Sombra Negra y en el resto del país otros homicidios que se cometieron en nombre del mito del grupo clandestino.

Antes de que comenzara a operar el grupo de exterminio en San Miguel ocurría un promedio de dos homicidios diarios, cuando la cifra total a escala nacional era de siete muertes al día. En la ciudad migueleña, el 70 por ciento de los delitos se cometía en la Milagro de la Paz y la PNC había detectado que el 90 por ciento de los delicuentes vivía en esa zona, la más pobre de la ciudad y donde los delincuentes se refugiaban con suma facilidad por ser una colonia asentada sobre la lava del volcán Chaparrastique.

Cuatro meses después del accionar de la Sombra Negra la delincuencia en la colonia había disminuido en un 50 por ciento y seis meses después bajó a casi cero delitos. Los delincuentes huyeron a otras colonias, incluso muchos se fueron del país. A algunos los buscaron y los encontraron en otras colonias migueleñas, donde también fueron privados de su libertad para después ajusticiarlos.

En mayo de 1995, el registro policial indicaba que San Miguel era una de las ciudades más tranquilas de El Salvador. Los pandilleros y delincuentes comunes habían huido.

Cuando en julio fueron detenidas las 11 personas, hubo manifestaciones de apoyo exigiendo su liberación. Incluso cientos salieron a marchar en “La Curruncha” clamando por la inocencia de los detenidos. Una de esas marchas fue organizada por algunos miembros verdaderos de la “Sombra Negra”.

“Sí, organizamos esa marcha porque nosotros que éramos parte de la organización sabíamos que eran inocentes Los policías detenidos tenían como único delito no haber patrullado donde nosotros actuábamos. Lo que pasa es que nosotros nos movilizábamos en taxis piratas y avisábamos cuando una zona estaba despejada, eran pocos agentes y no podían cubrir toda el área, además a los delincuentes los teníamos bien cuadriculados. Puedo decirle que todos los 20 y pico que matamos eran delincuentes que habían matado y violado”, dice el ex miembro de la organización residente en San Salvador, al tiempo que reconoce que él también se convirtió en homicida y que “en la misericordia de Dios ha encontrado el perdón”.

Uno de los fiscales que inicialmente participó en las investigaciones y que luego fue removido por razones administrativas, asegura que siempre creyeron que los detenidos eran inocentes, pero que el caso de Salgado era mediático, pues era una persona bien conocida en San Miguel, adinerada, ex militar y que tenía altas influencias a pesar de su corta edad (28 años). Achacarle a él la responsabilidad de la organización era menos difícil que atribuírsela al entonces gobernador Mario Bettaglio, de quien también se sospechaba. Al final los dos no tuvieron nada que ver con la Sombra Negra.

Los tres financistas de lo que fue la Sombra Negra siguen como pasando como ciudadanos respetables, los cerca de 12 miembros siguen vivos y la mayoría se fue del país, nueve de los 11 detenidos en julio de 1994 están desaparecidos o asesinados víctima de pandilleros que se vengaron a pesar de que eran inocentes.

A lo anterior se suma que en desde 2005 hasta la fecha por lo menos en cuatro ocasiones ha surgido el rumor de la reaparición de la “Sombra Negra”. “Es como asustar con el petate del muerto”, dice un oficial al recordar que, incluso, la Ley de Proscripción de Pandillas” explicita el nombre de la Sombra Negra, un nombre que surgió de un trabajo periodístico y que costó muchas vidas, incluyendo delincuentes.

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